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Momentos

Día 125 en la mar. Me encuentro navegando a bordo de un buque petrolero, cerca de cruzar el ecuador y procediendo rumbo a Clov, Ángola, a una FPSO a cargar crudo para Europa. Aquí el tiempo pasa de forma distinta, asemejándose el mismo a una función sinusoidal, donde unos días estás arriba y, otros, abajo. Y es que este trabajo te regala momentos, emociones, anécdotas y vivencias que difícilmente podrás experimentar en otros. Y no solo eso. Te enseña a ser mejor persona, a valorar cosas que antes no valorabas, te enseña a sentir, a extrañar, a pensar.   Dejando lo menos bueno a un lado, me gustaría hablaros de esos momentos en los que puedes escapar sin tener que ir a ninguna parte. No os imagináis qué se siente cuando, en medio de una noche cerrada, donde lo único que te acompaña es un manto conformado por miles de estrellas, sales a uno de los alerones del puente de navegación y notas la brisa marina en la cara, el sabor de la sal en el aire. Algo parecido sucede en...

Lomé Survivor

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Pronto entenderéis el por qué del título de este post. Primeramente, cuando nos informaron que íbamos a Lomé, a descargar todo el diésel que habíamos cargado en Amberes, nadie se imaginó que fuéramos a estar durante un mes. Sí, habéis leído bien, un mes en un fondeadero con cientos de barcos en las proximidades, donde cada día amanecíamos con la incertidumbre de no saber qué iba a ocurrir: si íbamos a tener operaciones STS ( Ship To Ship , o buque-buque) o si iba a ser un día de trabajo normal, eso sí, bajo el sol abrasador de Togo. Hay zonas de África donde, debido al tráfico y el comercio marítimo de la zona, así como a las proximidades a ciertos países en vías de desarrollo, la piratería está a la orden del día. Lomé se encontraba dentro de esa zona. Es por eso que la empresa decidió, como muchas otras hacen, contratar guardia armada y llevarla a bordo durante toda nuestra estadía en el fondeadero. Además de eso, en el buque se procedió con las medidas de seguridad propias...

Primera parada: Bélgica

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21 de Julio. Llegamos al punto de recogida de práctico alrededor de las 00:00 horas. Una vez a bordo, y tras realizar el intercambio de información pertinente entre este y el Capitán, procedimos hasta el atraque asignado. Hasta que llegamos al mismo transcurrieron, fácilmente, unas cinco o seis horas, pues tuvimos que navegar por el río Escalda, que nos llevaría hasta una de las esclusas, donde pasamos cerca de dos horas y, posteriormente, al atraque. La subida por el río, que se une con el puerto de Amberes y desemboca en el Mar del Norte, se nos hizo lenta y tediosa, pues estaba conformada por decenas de recodos, implicando numerosos cambios de rumbo y de velocidad. Sobre las 03:40 horas llegamos a la esclusa. Esta, llamada "Kieldrecht Lock", posee 500 metros de largo, 68 metros de ancho y 18 metros de profundidad y, como dato, para construirla, hicieron falta tres veces la cantidad de acero que se necesitó para construir la Torre Eiffel. "Kieldrecht Lock...

A la mar se fueron niños...

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15 de Julio. Tras largos días de trabajo en el astillero, por fin, el Monte Ulía se hacía a la mar. Teníamos como puerto de destino Amberes, Bélgica, para cargar diésel. Esta práctica no resulta habitual para un buque de este tipo pero supongo que, el fletador, aprovechando que el buque se encontraba "nuevo de trinca", y con los tanques de carga totalmente limpios, aprovechó la ocasión para cargar dicho producto. A bordo todo se encontraba listo: Plan de viaje chequeado, máquina, servomotor y gobierno de emergencia comprobados, equipos en funcionamiento, tripulación de cubiertas y máquina en "stand-by"... Sólo faltaba el práctico, encargado de sacar el buque desde el atraque en el astillero hasta la boya de recalada de la bahía de Cádiz. A las 14:00 horas recibimos una llamada por VHF procedente de Prácticos de Cádiz, informándonos que el práctico embarcaría alrededor de las 15:00 horas. Solicitaron escala combinada por estribor para el embarque del mismo. Er...

Un día para el recuerdo

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11 de Julio. Y, por fin, llegó el día. El 11 de Julio, Navantia entregó el último buque de la serie, el M/T Monte Ulía.  El día no podía tener mejor aspecto: el cielo se teñía de un azul intenso, las banderas ondeaban a son de la brisa marina... Todos los preparativos estaban listos. Sobre las 11:00 de la mañana dio comienzo la ceremonia. Capitán, Jefe de máquinas y primeros oficiales se encontraban abajo, en la carpa que había sido montada días antes, junto a las demás autoridades e invitados. El resto de la tripulación nos encontrábamos a bordo, formando como si de centinelas se tratase, al costado de babor del buque. Carpa de ceremonia a pie de muelle Tripulación del M/T "Monte Ulía" M/T "Monte Ulía" junto a la carpa de invitados El acto duró poco más de cuarenta y cinco minutos. En el trascurso del mismo, diversos invitados tomaron la palabra, pronunciando su discurso y deseando la mejor de las suertes al buque y su tripulación en las traves...

Últimos detalles

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El barco se encontraba prácticamente listo. Toda la tripulación se centraba en los últimos detalles de cara a la ceremonia de entrega. Por mi parte, estuve realizando plantillas que, en los próximos días, serían pintadas sobre muchos de los elementos de cubierta: líneas, suspiros, válvulas, palos de venteo... Una labor bastante tediosa, por cierto.  A continuación, adjunto una de mis fotografías favoritas, que me tomó mi compañero, Daniel. En la misma, se observa claramente la majestuosidad de los 274 metros de eslora del buque, así como la mena (el grosor) de los cabos y calabrotes necesarios para mantenerlo bien amarrado a muelle. M/T "Monte Ulía" desde proa Una de las tardes que nos encontrábamos trabajando en el astillero, llegaba por nuestra popa el buque de carga general "Paderewski". Sobre su cubierta, se encontraban estibadas un gran número de palas, aparentemente de molinos eólicos. Toda la tripulación estuvo expectante en la maniobra de atraque,...

Día uno

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26 de Junio.  Primer día de trabajo. Mañana soleada en el Puerto de Santa María. Con la ilusión de un niño con zapatos nuevos, conduzco con mi motocicleta hasta la entrada de los astilleros de Navantia, en Puerto Real. Los nervios me recorren todo el cuerpo.  Para acceder hasta la oficina de la empresa, que colindaba con el barco desde el cual estoy escribiendo ahora mismo, el Monte Ulía, tuve que pasar dos controles de seguridad y caminar aproximadamente unos veinte minutos bajo la atenta mirada de un sol abrasador.  Una vez allí, tras pocos minutos de espera, vino a por mí el primer oficial, Oswaldo. Hicimos las presentaciones pertinentes y, acto seguido, me entregó los EPI´s (Equipos de Protección Individual) que iba a necesitar para la estadía en el astillero: un casco, un buzo, unas botas de seguridad y unos guantes. A continuación, me cambié en los vestuarios y me condujo hasta el buque. Nada más salir de la oficina, con lo primero que te topé fue ...